CocoJack ya me ha dado su primer besito. Ha sido un lametón tímido, en la mano.
Ya mueve la cola cuando me ve, y al sentarme a su lado para acariciarlo, tiembla su cuerpecito entero de la emoción. Se pone bocarriba y espera, con sus ojos brillantes clavados en mí.
El apetito va y viene. Prefiere los mimos, eso le alimenta más. La medicación que tiene que tomar supongo que le quita el hambre.
Se deja curar las heridas, limpiar los oídos, poner y quitar el collar isabelino. Y todo sin un mal gesto, sin oponer apenas resistencia.
Últimamente muerde tímidamente el collar cuando se lo voy a poner, parando la trayectoria. Digo su nombre con reproche y suelta la pieza, dócil.
Es puro amor de perro.
Quién puede pasar sin detenerse a ayudar a seres como CocoJack.